La luz

El más inmaterial de los elementos constructivos, ha sido objeto de uso y planificación por
constructores y arquitectos desde la antigüedad hasta hoy.

Construir con luz nunca ha sido una utopía. Cada período arquitectónico nos ha dejado obras que
simbolizan esta idea. Podemos citar el Panteón de Roma, con su óculo cenital, la catedral de Chartres,
con sus vidrieras y rosetones abiertos a la inmensidad, la cúpula de Brunelleschi en Sta María dei Fiore
en Florencia, y ya en el siglo pasado, la Ópera de Sídney de Jørn Utzon.

La aparición de fuentes de luz artificial en el siglo XX nos permitió recrear nuestras estancias durante
la noche, y segmentar el espacio a través de diferentes intensidades de iluminación. Si un buen
interiorismo está destinado a acogernos, a influir en nuestro bienestar psicológico positivamente, sin
duda la luz y el color son los instrumentos más poderosos. Los proyectos lumínicos fijan intensidades,
distribución espacial y regulación, complementándose con la fuente de luz natural.

Desde la aparición de fuentes de iluminación basadas en LED, los recursos a disposición del diseñador
se amplían en gran medida. Podemos realizar líneas continuas o discontinuas de luz, que nos permitirán
iluminar el plano de trabajo o el interior del mueble. Es preciso evitar una exposición directa a la
fuente LED, de ahí que la luz que proponemos sea siempre indirecta, regulable en intensidad y adaptada
a cada proyecto